El regalo más grande
Si los enemigos de Jesús nos enseñan como es la naturaleza humana en su peor momento y porque el pecado necesita ser condenado, ¿Qué enseñan los propios actos y motivos de Jesús? ¿y que hay del Dios y Padre observando todo esto – cuál es Su parte y su respuesta a estos eventos contundentes?
El regalo de Jesús
La muerte de Jesús voltea los valores humanos de cabeza y demuestra estándares divinos. Las acciones de Jesús lo demuestran entregando su vida y dándola como sacrificio por otros. Pensemos en estas dos ideas – el concepto de entrega y la ofrenda de sacrificio. Es naturaleza humana defendernos, ya sea física (“pelea o vuela”) o emocionalmente (al hacer excusas o culpar a alguien más). Es básico a nuestra naturaleza auto protegernos y desviar la culpa incluso cuando estamos completamente en lo erróneo. La belleza y maravilla de lo que Jesús hizo es que fue exactamente lo opuesto a esto ¡incluso aunque no había hecho nada mal! Si había alguien que hubiera podido pelear o volar, era el – tenía el poder de Dios a su disposición. Pero Jesús no lo hizo. Convirtió una historia de escalamiento y búsqueda de venganza de cabeza al hacer una decisión a conciencia de dar su vida por nosotros en vez de tomar el asunto en sus propias manos. Como Jesús mismo dijo:
“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”
(Juan 15:13)
No hay nada más preciado que uno pueda dar, que dar la vida misma. Y no hay nada mas preciado que la vida de Jesús. ¿cómo así? Porque la suya era una vida sin pecado. Por lo tanto, tiene mucho más valor que nuestras propias vidas, dado que en nuestro caso la muerte no es más de lo que merecemos por los pecados que hemos cometido.
Pero la muerte de Jesús no es solo un regalo, también es un sacrificio – una vida preciosa rendida voluntariamente para asegurar una vida mejor para el y para nosotros. Sin embargo, no es un sacrificio cualquiera; es el mayor sacrificio hecho con su sangre, un sacrificio en el que Jesús, como nuestro representante paga el precio por el pecado humano. El derrame de la sangre de Jesús hace posible un nuevo pacto entre Dios y hombre, basado en la fe (de nosotros), en amor y bondad (de Cristo), y en piedad y perdón (de Dios).9
Porque la muerte es el precio o consecuencia del pecado y el propósito del sacrificio de Jesús es llevarse y destruir nuestros pecados, podemos quizás comenzar a entender otra dimensión de su sacrificio. Se lleva nuestros pecados y los crucifica para que se vayan para siempre. No solo eso, la corruptible y tentadora naturaleza que soportamos (y que el también compartía) también es crucificada. Este era un sacrificio que solo el podía hacer; nosotros mismos no podríamos ofrecerlo porque nuestra muerte sería nada mas de lo que merecemos como resultado por nuestros pecados; lo que era único sobre el sacrificio de Jesús fue que lo ofreció después de haber vivido una vida perfecta a los ojos de Dios. Todo aquel que crea puede entonces beneficiarse de la muerte de Jesús; es la puerta hacia una transformación del potencial de los seres humanos a los ojos de Dios. Por la vida sin pecado de Jesús y el perfecto sacrificio, Dios estaba ansioso por resucitarlo de nuevo de la muerte a un nuevo tipo de vida. Al ceder lo más preciado que podía por el beneficio de otros, Jesús desbloquea la posibilidad de un nuevo paradigma de existencia a ojos de Dios.
Lo que hizo Dios
¿Que hay, entonces, de la muerte de Jesús desde la perspectiva de Dios?
La línea de fondo es esta: si Jesús dio lo más preciado que podía por nuestra salvación (su propia vida), entonces también Dios: dio a su único hijo engendrado. Dios no podía dar su propia vida ya que El es, por definición, inmortal y no puede ni morir, ni entregar su ser dado que El es la base y el centro de todas las cosas. Pero dio la cosa más preciada que podría como ilustración de su voluntad por salvar – Su único hijo. En efecto, muchos de nosotros que son padres diríamos que preferiríamos sufrir nosotros que ser testigos del sufrimiento de nuestros hijos – significando que el regalo de Dios de Su propio hijo es lo más preciado que podía posiblemente haber hecho como seña de Su amor. Esto, entonces, es la medida de Su deseo por perdonarnos y recibirnos de regreso. Esta es la medida de Su amor, un punto hecho en lo que es tal vez el más famoso pasaje de la Biblia entera:
“Por que de tal manera amo Dios al mundo, que ha dado su hijo unigénito, para que todo aquel que en el cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”
(Juan 3:16)
Es importante reflexionar en la plena importancia de estas palabras. Dios dio a Jesús y dio inicio a la posibilidad del perdón porque nos amaba. No es el caso que, después de la caída de la raza humana Dios simplemente está molesto con nosotros y tiene que ser tranquilizado por la muerte de Jesús. En cambio (y en contraste total con esa idea) es Dios quien da inicio a la posibilidad de salvación, cuidadosamente planeada por el nacimiento y sacrificio de Su hijo. El lo hace porque nos ama, no porque nos odie. Lo que odia es el pecado, y la muerte de Jesús es la poderosa forma de Dios de expresar ambos, la fealdad del pecado y también Su amor por la humanidad y deseo de salvarlos. Permite a Su hijo – no, lo da – para pagar el precio del pecado humano y la maldición de la naturaleza humana.
La justicia de Dios
La muerte de Jesús también declara la justicia de Dios. Eso esto condenando al pecado (mostrando que malo es, las consecuencias que conlleva, y que Dios está en lo correcto al decir que está mal) y mostrando la manera correcta de comportarse (la vida perfecta de Jesús y el amor puesto en alto como ejemplo perfecto). Jesús ilustra la bondad y la justicia de Dios – que lo que había dicho Dios era correcto y que los seres humanos deben ir por Su camino. Una vez que esto ha sido reconocido Dios puede comenzar a forjar una relación con nosotros en uno nuevo y mejores términos.
Porque no tuvo pecados propios por lo cuales morir Jesús es capaz de tomar nuestros pecados sobre el y llevarlos a la cruz en donde son condenados y llevados a la muerte. Pero Jesús también condena la naturaleza humana – la corruptible y moribunda naturaleza que compartía con nosotros – al entregarla y cediéndola en la cruz, llevándola a la muerte a la que pertenece. En vez de confiar en el mismo como nosotros a menudo hacemos, Jesús en su lugar da su vida a Dios, confiando en El para que le conceda una nueva vida en el glorioso día de la resurrección que sucederá pronto.
Finalmente, el pecado y la muerte se interponen en el camino entre Dios y el hombre. Dios no puede llenar la tierra con su Gloria mientras haya pecado y corrupción, y el mundo no puede ser habitado con pecadores inmortales. Así que debe haber muerte. Pero le muerte de Jesús – única por la vida sin pecado que llevó – abre la puerta a nuevos términos de negocio: un nuevo paradigma, una nueva relación entre Dios y hombre y la esperanza futura de una vida sin mancha de debilidad y dolor. No es la muerte un fin en si mismo lo que vemos cuando consideramos la crucifixión; es la muerte como un atajo a un nuevo tipo de vida – vida en nuevos términos con Dios como nuestro Padre Celestial.